Esto seguramente te lo hayas preguntado alguna vez.
¿Hay que ser mala persona para llegar arriba? ¿hay que ser un desalmado para hacerse rico?
Podríamos pensar que sí, dado el número tan alto de psicópatas que hay en cargos directivos.
Es curioso esto. No es algo que yo me invente para llamar tu atención. Lo dicen varios estudios que sí que llaman la atención. Aquí algunos ejemplos donde hacen referencia a este fenómeno:
https://psicologiaymente.com/clinica/directores-generales-psicopatas
https://www.businessinsider.es/profesiones-psicopatas-mundo-ciencia-706307
https://www.bbc.com/mundo/vert-cap-42089335
Según Gerardo Schmedling, para ser líder de una empresa, de un país o de cualquier sistema es necesario tener una de las dos características siguientes: tener un nivel suficiente de sabiduría o carecer de sentimientos.
Aquí el bueno no aparece...
Los malos tienen más probabilidades de hacerse ricos (de tener éxito material, al menos) que los buenos. Está demostrado. Ellos, a pesar de ser malos, no interfieren tanto como los buenos con lo que Gerardo Schmedling llamaba Las Leyes.
Sí, hay leyes que, al igual que las leyes físicas gobiernan el mundo físico y objetivo, estas otras leyes gobiernan el mundo "subjetivo". Ya te las explicaré en otro post para que verifiques si son verdad o no. De hecho son tan obvias, que creo que hay un refrán castellano para cada una de las 14 Leyes de La Vida Diaria de Gerardo.
Resulta que los malos, sin saberlo, las incumplen menos que los buenos. Por eso algunos tienen abiertas las puertas de la abundancia más que los buenos.
Vaya, qué injusta es la vida.
Definamos pues qué es eso de ser malo y ser bueno. Y ser sabio.
El malo es fácil de identificar. Va a lo suyo y no le importan los demás. No sufre viendo sufrir a otros. Es un insensible.
Este tipo da mucha grima. Podríamos pensar en varios de ellos ahora mismo. Es como el lobo de la manada que está devorando el cadáver recién cazado, tragando la mayor cantidad de carne en el menor tiempo posible antes de que los demás le dejen sin nada. Si alguno le pega un bocado a su parte le gruñe, le muerde, se pelea. Puro instinto animal. Madrededios.
El bueno, sin embargo, avanza como puede y, además, se preocupa por los demás. Pero es que, además, sufre. Sufre mucho si ve a otros sufrir. Es un sensible.
Si no se comportara así se vería a sí mismo como un insensible y una mala persona.
Quédate con este punto: nos han enseñado a que hay que ser buenos.
Pero ¿Qué hace el bueno? Hace algo muy curioso y muy egoísta:
Como sufre viendo sufrir al otro, lo que va a tratar de hacer es de solucionarle a éste lo que cree que es la causa de su sufrimiento. Va a hacer hacer algo, lo que sea, para que el otro no sufra. Entonces interferirá en su experiencia para que deje de sufrir. Pero lo que el bueno no sabe es que hace todo esto para dejar de sufrir él.
El bueno no respeta al otro porque no quiere sufrir. Interrumpe el ciclo de aprendizaje de aquél al que quiere ayudar (éste es el ciclo: ego->decisiones->resultados->ego->decisiones-> .... ad infinitum). Interfiere sin saberlo en la experiencia de aquél al que ve sufrir. Ayuda saltándose las normas de la ayuda (ya te las explicaré en otro post).
El bueno cree que hay que dar sin recibir. Y dar sin recibir da como resultado que la fuente se agota.
Esto hace que el bueno tenga menos posibilidades de hacerse rico. O de liderar cualquier proceso con éxito.
¿Qué hace el sabio? Al sabio le caracteriza, en primer lugar, que se preocupa por los demás. Pero también que no sufre por los demás. Se ha desensibilizado. Y resulta que esto le permite fluir con La Ley, en mucha mayor medida que el malo eso sí.
Por eso el sabio "sabe" tomar buenas decisiones.
Por eso tiene acceso a la abundancia.
El sabio respeta a los demás y les permite tener sus propias experiencias sin interferir. Respeta escrupulosamente las decisiones de las otras personas. Les sirve si le necesitan, les ayuda si corresponde, pero no interfiere. El sabio respeta el proceso por el cual cada uno aprende a asumir los resultados que le corresponden.
Sabe con quién hacer negocios y con quién no. No los hace con alguien al que al bueno le daría pena. No deja que alguien que no es compatible con la función que es necesaria siga en su puesto.
Sabe que no invitar a esa persona a ofrecer sus servicios a otra empresa es no respetarlo.
Es constante, pero no es obstinado, ni terco. Sabe que si no fluye, el camino es otro.
Sabe aprovechar las oportunidades.
Además, el sabio no da sin recibir. Por eso la fuente del sabio nunca se agota.
Entiende los procesos, tiene buenas relaciones y sabe cómo conseguir resultados.
Pero como nos han enseñado a ser buenos, el sabio nos parece un insensible.
Si piensas así, algo que es normal, entonces tienes un problema. Tienes una limitación que te impedirá conseguir el éxito en lo que te propongas.
No seas el malo. Elige ser el sabio.
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